Son aciagos los días que corren para celebrar al fútbol boliviano. Estos tiempos coinciden con una terrible crisis estructural que toca desde la selección hasta el amateurismo, en medio de una incomprensible y grave crisis económica. Pero lo que se conmemora no es el hoy circunstancial, sino toda una historia íntimamente ligada a la sociedad boliviana.
Para nadie es un secreto que nuestro fútbol, como nuestro propio país es uno de los más débiles del continente y que su práctica es en buena medida un reflejo de nuestra pobreza y nuestras insuficiencias. Pero, aún y a pesar de ello, figuras como Aniceto Solares, Roberto Prada, Eduardo Saenz, Mario Mercado, Rafael Mendoza, Roly Aguilera o Guido Loayza, hicieron posibles logros que estuvieron muy por encima de nuestra propia dimensión.
La historia de nuestro fútbol comenzó mucho antes del 12 de septiembre de 1925, fecha oficial de fundación de la FBF, empezó en mayo de 1896 con la creación de Oruro Royal, siguió en 1914 con la primera asociación, la de La Paz, y los partidos provincianos en la cancha de San Pedro y de la avenida Arce, tuvo a The Strongest, el Tigre como gran campeón del mejor amateurismo del país y a figuras como el “Chato” Reyes Ortiz o Mario Alborta en las primeras y balbuceantes tardes de nuestra selección en el campeonato sudamericano. Empezamos entonces a medirnos con gigantes como los del río de la Plata y un Brasil que muy pronto fue leyenda. Chiquitos y pobres como éramos, nos invitaron a la primera copa del Mundo en 1930 y jugamos en Montevideo. Por esos años el mérito era literalmente competir.
Pero a pesar de todo fuimos construyendo un espacio de esperanza, diversión y espectáculo. También en 1930 el presidente Hernando Siles inauguró el estadio que lleva su nombre, que fue para nosotros lo que Wembley para los ingleses o Maracaná para los brasileños, el escenario de las mayores glorias de la historia de nuestro balompié. Allí la selección ganó su primer partido como local en 1950 frente a Chile, ganó la primera copa Paz del Chaco en 1957 frente a Paraguay, encaminó el título sudamericano de 1963 con el célebre cabezazo de Camacho frente a la Argentina y ese equipo de oro de los Víctor Agustín Ugarte, Ramiro Blacutt, Roberto Caínzo, Ausberto García y Máximo «Tutula» Alcócer, hizo partidos memorables en las eliminatorias de 1969 y 1989, clasificó para Estados Unidos derrotando al invicto Brasil por un mágico 2 a 0 con ese gol endiablado de Marco Antonio Etcheverry y logró, finalmente el subcampeonato de la Copa América frente al propio Brasil inspirado esta vez por Ronaldo. En el Siles ganó con gloria muchos de los encuentros que disputo en estos largos y fascinantes años.
El fútbol se hizo muy pronto pasión en el celeste de Bolívar, la ilustre academia y el aurinegro de The Strongest, el equipo con más garra del país, en el rojo aviador de Wilstermann y el color cielo del equipo popular, Aurora, en la V azulada de San José, la de un pueblo fiel como ninguno en Oruro, y en la batalla entre los albiverde de Oriente y los celestes de Blooming en la cálida Santa Cruz. El fútbol fue capaz de unirnos como nunca antes, en 1993, gritando los goles y celebrando ese canto a la autoestima que predicó el vasco Azkargorta (y que olvidamos tan rápidamente) cuando Carlos Borja, Milton Melgar, el “Diablo”, Luís Héctor Cristaldo, William Ramallo, Marcos Sandy y sus muchachos nos hicieron creer y pusieron el listón tan alto que ni ellos mismos pudieron volver a alcanzarlo.
El país entero se detuvo y contuvo el aliento el 14 de junio de 1994, cuando Bolivia jugó en Chicago el partido inaugural frente a los campeones del mundo e hizo un muy buen partido frente a los supuestos “monstruos” del fútbol.
Fue un camino sembrado por la Academia Tahuichi que nos llenó de esperanza con títulos interminables en los primeros ochenta y que culminó con un título casi tan importante como el sudamericano de 1963, el trofeo sudamericano sub-16 de 1986 en Lima. Tan importante como que Uruguay, Chile, Perú, Paraguay, Ecuador y Venezuela no lo ganaron jamás. Es bueno recordar también que ni Ecuador, ni Venezuela ganaron jamás la Copa América y unos de ellos, Ecuador fue varias veces sede del torneo.
Bolivia obtuvo también la medalla de oro en los juegos bolivarianos en tres oportunidades (1970, 1977 y 1993), una de ellas jugando fuera del país. La página internacional más brillante de clubes la escribió Bolívar en 2004 al lograr el subcampeonato de la copa Sudamericana. Éxito tejido por jugadores de la talla de Limberg Gutiérrez, Sandy, Mauro Machado, Gonzalo Galindo u Horacio Chiorazzo. Para rematar nuestro palmarés hay que recordar un episodio casi totalmente olvidado, el título de campeón de la Recopa Sudamericana de clubes que obtuvo en 1970 Mariscal Santa Cruz. El torneo se jugó entonces una sola vez, luego fue recuperado con la Copa Conmebol, también de efímera memoria. Dieciséis equipos bolivianos jugaron en la copa Libertadores de América desde 1960, cuatro de ellos con mucha frecuencia; Bolívar (26), The Strongest (18), Wilstermann (15) y Oriente (15), seis equipos pasaron a la segunda fase, Bolívar el que más en once ocasiones y dos llegaron a la tercera, Bolívar el que más en cuatro oportunidades.
Con la nostalgia de la célebre gira de Always Ready por Europa en 1961, hito aún no repetido por equipo boliviano alguno, creo que, olvidando por un momento las páginas oscuras, las divisiones regionalistas, la mediocridad de nuestro juego y la de una buena parte de nuestros dirigentes, bien vale recordar lo grande que hicimos que fue más de lo que muchos saben y que demuestra que si un día fue posible, mañana también puede serlo.