Si se tratara de un partido aislado del que hay que hablar sin el contexto de la competencia que se disputa y los antecedentes de corto y largo plazo, probablemente -con algo de indulgencia- podríamos decir que Bolivia jugó un partido razonable, que pudo empatar y aún ganar, pero que Ecuador fue más práctico e incisivo por velocidad y verticalidad en la contraofensiva, además de incuestionable potencia física, que le permitieron llevarse la victoria. Pero no, estamos en las Eliminatorias de la Copa del Mundo y hace siete mundiales que no nos clasificamos.

Por si las dudas, en la misma fecha de esta nueva derrota, en Cuiabá, Venezuela logró un histórico empate ante Brasil como visitante, un anfitrión que en la primera fecha nos encajó un 5 a 1en su casa.

No se trata, en consecuencia, de preguntarse si el segundo gol fue un error circunstancial de la defensa, de si Ramallo (autor de un golazo) debió entrar antes, de si Martins fue demasiado al sacrificio y no tuvo claridad, de si los laterales ofensivos Roca y Medina estuvieron o no a la altura del desafío o de si Henry Vaca (el mejor) tuvo mala suerte en ese tiro que se estrelló en el travesaño y un largo etcétera de consideraciones específicas.

Estamos desnudos, completamente desnudos. Lo que Costas puso en la cancha, jugador más, jugador menos, es lo que hay. En La Paz, Argentina nos pulverizó y Ecuador ganó porque tiene la condiciones ya citadas de aguantar un gol y revertirlo, de lo que Bolivia en casa -ni digamos fuera de ella- carece obviamente.

Podría enredarme en otras consideraciones, la falta de rapidez, la imposibilidad de ahogar al rival desde el vamos en la salida, la facilidad con la que, anulado nuestro ariete principal, perdemos la brújula en el ataque, la cantidad de imprecisiones en la marca y en los pases, pero no lo vale.

La última situación vivida en nuestro balompié, de suspensión del campeonato por una anunciada investigación ante graves indicios de amaños de partidos y el posterior paso atrás, no hace otra cosa que confirmar que desde 1997 no logramos proponer una ruta crítica de recuperación de un fútbol boliviano que gasta en salarios varias veces lo que recibe en producción y calidad futbolística, en organización de torneos, divisiones inferiores y formación de técnicos y árbitros.

Lo más grave es que las estructuras orgánicas de los clubes de la División Profesional, salvo contadísimas excepciones, carecen de bases mínimamente preparadas para desarrollar los desafíos que los clubes sudamericanos competitivos aplican ya hace años.

Este camino, el del infierno, no nos hace atisbar un final porque nada esencial ha cambiado. Parece un sino inescapable la certeza de que, tal como vamos, lo único seguro es que Bolivia no clasificará al mundial 2026.

Bolivia: Guillermo Viscarra – Diego Medina (Bruno Miranda 80), Carlos Roca, Luis Haquin, José Manuel Sagredo – Miguel Villarroel (Boris Céspedes 67), Héctor Cuéllar, Leonel Justiniano (Ramiro Vaca 70), Jaime Arrascaita (Henry Vaca 46) – Víctor Abrego (Rodrigo Ramallo 46), Marcelo Martins (cap). DT: Gustavo Costas.

Ecuador: Moisés Ramírez – Jhoanner Chávez (Beder Caicedo 78), Félix Torres, William Pacho, Piero Hincapié – Kendry Páez (Kevin Rodríguez 78), José Cifuentes (Carlos Gruezo 55), Julio Ortiz, Moisés Caicedo – Enner Valencia (cap), Jordy Caicedo (Angelo Preciado 55). DT: Félix Sánchez.

Estadio: Hernando Siles (La Paz)

Árbitro: Cristián Garay (CHI)

Goles:

Bolivia: Ramallo (829

Ecuador: Páez (45), Rodríguez (90+6)